sábado, agosto 26, 2006

Pescadores mexicanos - San Blas


Hola tiburomaníacos. Seguro que en estos días habéis oído algo acerca de la increíble odisea de los tres pescadores mexicanos que han sido rescatados milagrosamente después de pasar 9 meses en una barca de 9 ms. y recorrer unos 8000 kms merced a las corrientes del Pacífico.

Se puede leer la historia en este enlace. Y un mapa de su recorrido aquí.

El día 17 fueron recogidos por un pesquero taiwanés Kusskaooss, han pasado varios días a bordo y el 21 de agosto tocaron tierra finalmente en Majuro, Islas Marshall (Nueva Zelanda).

Pesca del tiburón

Los tres pescadores, Salvador Ordóñez, Jesús Eduardo Vidaña y Lucio Rendón,se echaron a la pesca del tiburón el 28 de octubre de 2005 muy temprano, con la salida del sol. Iban en una lancha, una “parga” en el argot local, de 9 metros de eslora y 3 de ancho. Una embarcación pequeña, rápida y cargada, por motivos que veremos más adelante, con lo mínimo: Los tres tripulantes (posteriormente Jesús Vidaña declararía que eran cinco), combustible justo para ir y volver, víveres para unos días y la cimbre tiburonera.

Salieron de la playa de Boca del Asadero, en San Blas, un pueblo donde la pesca y el turismo constituyen sus principales fuentes de ingresos, perteneciente al estado de Nayarit. A muchos le puede sonar por ser el título de una popular canción de Maná; “En el muelle de San Blas”.

Situado en la costa este de México, a continuación del Mar de Cortés y la península de Baja California, San Blas disfruta también de una gran riqueza y diversidad biológicas, con abundancia de especies. En este enlace de Google Maps y en la imagen que acompaña este post, se puede ver su situación.

A pesar de las facilidades que ofrece el mar aquí, los ingresos que genera la pesca no son suficientes, ya que en general se trata de propietarios de pequeñas embarcaciones a los que el Gobierno Federal no concede permisos y tienen que operar de forma ilegal. solo el 10% de los pescadores de San Blas tiene licencia. El 90% restante (y es un contrasentido, ya que se supone que la finalidad de los permisos es realizar una pesca controlada y no abusiva) es para los grandes buques, que utilizan grandes redes y palangres, arrasando con la fauna marina.

Es habitual que los pescadores “libres” agarren su lancha y partan de madrugada, sin dar ningún aviso la Capitanía del Puerto, a la pesca del tiburón para conseguir un dinero extra. Si dieran aviso a las autoridades, se les impediría la salida e incluso serían detenidos por pesca furtiva, pudiendo ir a la cárcel por este motivo.

Ingresos extras

Entonces los pescadores de San Blas, sin permiso, con ingresos insuficientes, se lanzan furtivamente al mar a un negocio seguro: la pesca del tiburón. Y es negocio porque la venta está asegurada. Se habla de un comprador que viene de Guanajuato cada cuatro meses y compra la aleta ya seca y salada, se la lleva y la revende después a los japoneses. Otros hablan de que los japoneses la compran directamente. El caso es que el pescador saca 1200 pesos por kilo de aleta. Cada tiburón tiene cuatro aletas aprovechables, que suelen pesar 500 gramos, así que hacen 2400 pesos por ejemplar. Suelen traer tiburones de unos 100 o 200 kilogramos de peso. A veces se aprovecha la carne para “hacer bacalao”, pero esto supone poco en comparación con los ingresos que reportan las aletas, 14 pesos el kilo, aproximadamente.

El aleteo está prohibido en México por la norma 029 y la norma 059 establece que: “No se capturarán ni retendrán ejemplares de tiburón ballena (Rhincodon typus), tiburón peregrino (Cetorhinus maximus), tiburón blanco (Carcharodon carcharias), pez sierra (Pristis perotteti, P. pectinata y P. microdon) y mantarraya gigante (Manta birostris, Mobula japanica, M. thurstoni, M. munkiana, M. hypostomata y M. tarapacana), cuyas poblaciones se encuentran diezmadas”.

Otras fuentes de ingreso

Claro que unos pescadores con lanchas rápidas también pueden tener tentación de dedicarse a lo que en la zona se llama “ir a por el tiburón blanco”, es decir, llevar cocaína o abastecer de gasolina a otras barcas que transportan la mercancía rumbo a Estados Unidos por alta mar. Esto está favorecido porque no hay un registro real de las embarcaciones, ni se controla quién entra o sale del puerto, por las circunstancias de ilegalidad que hemos visto anteriormente.

Es posible que este sea el caso de los tres tiburoneros, ya que su historia presenta numerosos puntos oscuros:

- Cinco tripulantes son demasiados para una “parga”, como mucho van dos o tres.

- Testigos (y familiares) declaran que vieron salir a tres personas en la lancha.

- La supuesta identidad de los dos desaparecidos no ha podido ser comprobada.

- Alimentarse de gaviotas en alta mar, como han declarado, es improbable, ya que es un ave que vive en la costa.

- El estado de salud de los pescadores demasiado bueno, para haber pasado nueve meses en alta mar.

De todo esto tendremos noticias en los próximos días, seguramente.